Había una vez un pueblo donde solo vivían cinco niños con sus padres. Eran pobres, pero se ayudaban entre ellos como podían.
Los niños se llamaban Esteban, Lucía, María, Lucas y Pedro. Todos se llevaban muy bien. Sin embargo, a Pedro siempre lo apartaban porque era muy bajo, y no le dejaban jugar. Pedro se lo decía a sus padres, pero sus padres le decían que no pasaba nada.
El pobre Pedro se sentía muy solo y se aburría mucho. Solo jugaba con su perro, ya que era lo único que podía hacer. Él soñaba con ser alto y así poder tener muchos amigos, y también con irse de ese aburrido pueblo.
—Es muy complicado, pero no imposible… —decía el niño mientras jugaba con el perro.
Un día, Pedro estaba jugando con Thor en un parque que estaba cerca del bosque. El niño tiraba la pelota y su fiel amigo siempre se la traía. Una de las veces en las que Thor fue a buscar la pelota, Pedro se asustó muchísimo porque el perro no regresaba, así que empezó a buscarlo desesperadamente por todos lados.
Pedro no encontraba a Thor porque mandó la pelota bastante lejos, pero luego lo escuchó gruñendo a una ardilla. Cuando era tarde, volvieron con sus padres a dormir. Al día siguiente Pedro había dado un estirón.
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